A la hora de realizar publicaciones podemos cometer el fallo de pensar que cualquier información debe ser conocida por nuestros amigos digitales, craso error. A pesar de tener opciones de privacidad para limitar tu información a un círculo reducido, el acceso de terceros, el trasvase de información entre usuarios o las cuentas suplantadoras son el día a día de las redes sociales. Todo lo que publiques, aunque simplemente dure unos minutos, es susceptible de ser capturado por alguien con cualquier intención.
Si te vas de vacaciones y dejas tu casa en soledad, si recibes una cuantiosa suma de un premio de lotería, si publicas tus horarios de trabajo, si haces referencia a menores de tu familia. La información es valiosa y los ciberdelincuentes sabrán como aprovecharla. Detalles los justos. En este sentido, estar constantemente geoetiquetado tampoco favorece tu independencia del mundo digital. Nuestras rutinas diarias se exponen constantemente con esta información.
Las empresas tambíén pescan datos en la red, quieren tu información con fines publicitarios a toda costa, incluso con el objetivo de venderla a terceros. Ese juego que tanto te gusta o esa aplicación que acabas de descargar tienen condiciones. Ojo al aceptarlas, puedes estar comprometiendo tus datos. Los virus también pueden llegarnos por este tipo de métodos, cuidado con enlaces y webs en las que no confiemos. Todo lo verde no es campo, amig@.
¿Te acuerdas de aquel texto enorme que no te apeteció leer? Sí, eran las condiciones de servicio y la política de seguridad. Pierde unos minutos de vida leyendo detenidamente lo que estás autorizando a hacer con tus datos al descargar algo.
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